
Hace tiempo que escribir me es impropio, hasta indiferente. Hace mucho que el computador me sirve para buscar páginas, canciones, letras, escritos, pero no para teclear algo más que escuetas frases en msn. Ya cada vez esta pantalla me es más extraña. El teclado y mi supuesta velocidad de escritura no existen. Los parlantes ya no tocan la música que me encantaba escuchar. Los bajos, los ruidos y sus motores me aturden cada vez más. Ya casi no recibo mails, no le escribo a nadie tampoco. Pero ahora volví, volví en esos momentos en que el desahogo es inminente, sea porque el transantiago y sus micros no me han servido últimamente o porque hablar ya no me es suficiente. Escupir letras fuera ya no me es suficiente. Los cuentos, las ideas, las evasiones a la realidad y cada uno de esos vicios vuelven a comenzar poco a poco. Los cigarros, el café, el frío de las tardes de Junio mirando un vidrio con bordes blancos. Los pies helados, los ojos casi cerrados y los dedos deseosos de descanso. Todo, todo poco a poco en cada una de mis actitudes.
Por suerte la vida ya no se basa solo en eso (dudo también si alguna vez fue así del todo), y ahora salir a comer un helado a las 9 de la noche me parece un plan más entretenido que sentarme frente este aparato. Más que tipear, más que hablar con nadie. Solo una caminata silenciosa en busca de una C07, la canción típica del soundtrack de "se arrienda" y un poco de frío en los labios. ¿Compañía? Por supuesto, pero supongo que ya sabemos todos de quién se trata. La misma razón del porque ya no escribo tanto acá.